Málaga, 19 de julio 2024
Cristina Marti Bryan
Trabajadora Social
Este artículo se centra en el concepto de autoconocimiento y la importancia de éste en el/la profesional del Trabajo Social, cuya principal labor es la intervención con aquellas personas que se encuentran en situación de especial vulnerabilidad.
En un primer momento trataremos de definir el Trabajo Social y analizar su proceso evolutivo a lo largo de los años, pasando desde el asistencialismo hasta convertirse en uno de los principales motores de cambio y empoderamiento de las capacidades de las personas sobre las que interviene.
Analizando la sociedad actual podemos deducir que vivimos en un mundo de grandes desigualdades y nos encontramos transitando tiempos difíciles donde la ayuda de profesionales del trabajo social que pueden intervenir sobre grupos vulnerables es fundamental. Es por esta razón por lo que se necesitan personas con vocación de darse a los demás, donde la empatía, la escucha activa, la comprensión, el conocimiento de las emociones y las habilidades de comunicación estén presentes en su día a día y en su quehacer profesional.
Es difícil dar una definición exacta de lo que es Trabajo Social, autoras como Moreno y García (2016) afirman que:
El Trabajo Social se trata de una disciplina promotora del cambio por sus profesionales a través de la resolución de problemáticas sociales, haciendo partícipes a las personas usuarias de su propio proceso de cambio promoviendo por lo tanto su empoderamiento, con el objetivo final de alcanzar un estado de bienestar social. (pág. 3).
La disciplina del Trabajo Social ha ido evolucionando a lo largo de los años. Bermejo (2002) sostiene que en un primer momento el Trabajo Social se centra en aliviar las situaciones sin centrarse en las causas de estas. Sin embargo, hoy en día este mismo autor considera que el Trabajo Social centra su atención en conductas preventivas, además de intentar solucionar conflictos.
En la misma línea, el autor Celdón (2003) considera que en la actualidad el papel de los/as trabajadores/as sociales es el de agentes de cambio y transformación de la sociedad, potenciando las capacidades personales de los/as usuarios/as.
Es importante señalar que la intervención en el trabajo social es uno de los pilares básicos de la profesión. Tal y como establece la profesora María Asunción Martínez Román (2003) la intervención debe estar orientada a ayudar y capacitar a las personas para acompañarlas y hacerlas partícipes de la actuación.
Es bien sabido que un pilar fundamental en la intervención de los/as trabajadores/as sociales es la relación de ayuda, es en la relación de ayuda donde se establece un vínculo imprescindible para poder continuar y acompañar a la persona en su proceso de cambio. “El establecimiento de una relación de ayuda eficaz es una de las principales tareas del/la trabajador/a social” (Aranaga, 2018).
Además, siguiendo a autores como Ander Egg (1992) o Valverde (2002) son necesarias una serie de cualidades y actitudes personales en el/la profesional de lo social.
Una de estas cualidades sería la sensibilidad social, a través de la cual percibimos y podemos responder ante las necesidades y problemas de la otra persona. Esta cualidad se manifiesta en la comprensión activa del otro. Por otro lado, destacaremos entre otras, la capacidad para ser flexibles y adaptar nuestros métodos y técnicas a los usuarios que demandan de nuestra ayuda.
La relación de ayuda y el autoconocimiento en el Trabajo Social
El Trabajo Social, desde sus inicios, da una importancia relevante a la relación que se establece con la persona que solicita ayuda, es este vínculo el que permite influir sobre la vida del cliente de manera significativa.
La práctica del Trabajo Social se caracteriza por moverse en un ambiente de emociones y sentimientos profundos. Tal y como consideran Bermejo y Martinez (1998), para establecer la relación de ayuda no solo debemos conocer la teoría y los elementos que forman parte de esta práctica profesional, sino que se requiere un trabajo personal ya que de la calidad de la intervención depende los cambios que se producirán en la vida de la persona.
Ituarte (1992) sostiene que la relación de ayuda se inicia en el momento que la persona acude con una demanda al profesional del Trabajo Social. A partir de esta demanda el usuario pretende provocar una reacción en el/la trabajador/a social buscando una respuesta a lo que cree necesitar. Es en este punto donde el/la trabajador/a social deberá detectar actitudes y comportamientos de la persona y analizar la situación para poder elaborar un futuro diagnóstico.
En algunas ocasiones, una dificultad ante la comprensión de la demanda puede activar y remover en el/la profesional sus propias vivencias y generar respuestas desconocidas o inesperadas derivando incluso en una incapacidad para poder llevar a cabo la relación de ayuda. Es por ello por lo que se considera necesario un trabajo previo de autoconocimiento y autopercepción por parte del/la trabajador/a social.
Autores/as, tales como Rossell (1998) o Rogers (2000) entre otros/as, ponen de manifiesto que si el profesional de lo social carece de autoconocimiento es posible que no sea capaz de establecer una relación eficaz con el cliente. “Los sentimientos y actitudes sobre uno mismo que tengan mucha intensidad pueden influir de forma significativa sobre nuestra conducta con los clientes” (Rossell, 1998).
En relación al concepto de autoconocimiento nos es difícil encontrar una definición exacta, ya que son diversos los/as autores/as que tratan de explicar e identificar tal concepto.
Varios autores y autoras coinciden en que el autoconocimiento consiste en un proceso autorreflexivo necesario para la definición de la identidad personal. Además, requiere de una serie de habilidades de observación, autopercepción y autoevaluación, que permiten que la persona identifique sus características y cualidades, pudiendo discernir y analizar sus valores, emociones, actitudes, etc, entre otros.
En el caso del Trabajo Social, debemos tener en cuenta que desde sus inicios ha sido una profesión ligada a la interacción de diferentes sectores de la sociedad, es por ello por lo que se considera imprescindible que el/la profesional lleve a cabo el proceso de autoconocimiento a través del cual el/la trabajador/a social se reconocerá entre una serie de valores, creencias y juicios para poder posicionarse y llevar a cabo mejor su intervención.
Además, según Morales y Torres (2010) sentirse identificado con la profesión permite al/la trabajador/a social obtener una serie de beneficios más allá de la práctica profesional.
Intervención profesional y mejora de la calidad de vida
Una vez construida la identidad del/la profesional, uno de los objetivos del/la trabajador/a social es mejorar la calidad de vida de las personas. No existe una definición única de calidad de vida, los autores Levi y Anderson (1980) definen calidad de vida como el bienestar físico, mental y social.
El concepto calidad de vida incluye diferentes dimensiones, como son el entorno de la salud, el laboral, el social, el medio ambiente, etc. Además, la autora Cristina de Villalba (2002) sostiene que en el término calidad de vida se incluyen aspectos objetivos y subjetivos de cada uno de los individuos sobre los que se interviene. Es decir, para medir la calidad de vida se emplean por indicadores objetivos y las percepciones y vivencias de la propia persona.
Mejorar e incrementar la calidad de vida de los usuarios desde el Trabajo Social implica actuar sobre la persona y el medio social que le rodea, siempre desde una perspectiva global. (Barranco, C. 2004)
Conclusiones
A través de la realización de este artículo y de la lectura de una diversidad de fuentes bibliográficas podemos analizar, en primer lugar, cómo la disciplina del Trabajo Social ha ido evolucionando a lo largo de los años, pasando de ser una profesión meramente asistencialista y basada en la beneficencia y caracterizada por la resolución de conflictos, hasta convertirse en una disciplina cuya característica principal es potenciar las capacidades personales de la persona, más allá de ser el/la profesional de lo social un/a mero/a gestor/a de recursos.
Destacamos, en segundo lugar, la importancia de la intervención entre profesional y la persona usuaria, donde la relación de ayuda o el vínculo entre ambos/as se convierte en el principal elemento que facilita la propia intervención.
Es esta relación de ayuda, clave en el trabajo de los/as profesionales de lo social, donde no solo se pondrán en práctica las competencias profesionales teóricas adquiridas, sino también la experiencia que otorga la práctica profesional.
Para hacer trabajo social es imprescindible que los/as profesionales realicen un proceso de autoconocimiento previo, analizando sus valores, creencias y actitudes, para así poder establecer una relación de ayuda objetiva donde la persona sea la protagonista de su propio proceso y el/la trabajador/a social mero/a agente facilitador/a del cambio.
Bibliografía
Aranaga, I. M. (2018). Técnicas de intervención en Trabajo Social. Recuperado de: https://issuu.com/ale03/docs/tema_4._las_t_cnicas_documentales__1_
Bermejo, F. J. (2002). La ética del Trabajo Social. Bilbao: Desclée de Brouwer
MARTÍNEZ ROMÁN, M.A. (2003). Consideraciones generales: relaciones del Trabajo Social con el bienestar social, Estado de bienestar, política social, servicios sociales, diferenciación de conceptos. En T. Fernández y C. Alemán (coords.). Introducción al Trabajo Social. Madrid: Alianza
Barranco Expósito, M. D. C. (2004). La intervención en trabajo social desde la calidad integrada. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, N. 12 (diciembre 2004); pp. 79-102.
Moreno, I. S. E., & García, M. D. L. O. P. (2016). El Trabajo Social desde fuera. Perspectiva desde los estudiantes de otras titulaciones. In Respuestas transdisciplinares en una sociedad global: aportaciones desde el Trabajo Social (p. 73). Universidad de La Rioja.Vélez, M. G., Miguel, P. B., Sanchez, C. M., Borrego, M. F., & Pérez, P. Á. (2016). La relación de ayuda en Trabajo Social:: Propuestas para un desarrollo de calidad. Revista de trabajo social, (90), 3-13.