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Trabajadoras sociales

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Asturias, 15 de junio de 2021

Noelia Ordieres Buarfa-Mohamed
Trabajadora Social experta en protección jurídica de las personas y los grupos vulnerables.
Investigadora sobre el final de la vida y la ley de eutanasia

Con la aprobación de la Ley 3/2021 de 24 de marzo de regulación de la eutanasia en nuestro país, España se convierte en el séptimo del mundo en regular el derecho a decidir cuándo morir dentro de unas casuísticas muy concretas.

En nuestro país, como en la visión generalizada del ser humano del resto del mundo occidental, la salud tiene un carácter ineludiblemente médico y la muerte tiene, mayoritariamente, una visión médica y jurídica.

Médica por el hecho mismo de la naturaleza biológica de la muerte, la extinción del efecto homeostático de un ser vivo. Y la jurídica, por las consecuencias legales que causa el fallecimiento de una persona.

Pero nos olvidamos de algo, la esfera social de la muerte. Del proceso del final de la vida, no solo del duelo que es algo que hemos asumido. No, de los trámites, de la aceptación, del engranaje que nos envuelve cuando estamos ante el fin de nuestro ciclo vital y después de él.

Hemos reivindicado miles de veces el papel del trabajo social en la sanidad, solicitando un reconocimiento no solo necesario para la profesión, sino para la ciudadanía, puesto que somos un eslabón fundamental para garantizar los derechos de los/as pacientes en todas las esferas y vehículo transmisor y resolutivo de centenares de casos diarios que son imposibles de solucionar por los equipos médicos o de enfermería, entre otras cosas, porque no es su profesión.

¿Qué papel ocupa el trabajo social dentro de la ley de eutanasia?

Vamos por partes.

Eutanasia: buena muerte. Final de vida en el momento elegido por una persona.

De esto sabemos mucho en el trabajo social. De tiempos, de acompañamientos, de respetar decisiones y proyectos vitales y de fin de vida.

Me atrevería a decir, a riesgo de parecer prepotente, que sabemos mucho más que otras profesiones sobre todo esto.

Pero también tenemos mucho que mejorar. Evitar el paternalismo y la intervención directiva es una de esas batallas que venimos dando en la profesión desde hace muchos años y criticando también. Lo refleja muy bien Sara Mesa en su magnífico ensayo “Silencio administrativo”.

Despenalizar, autonomía, voluntad… de eso va esta ley y de eso va también el trabajo social.

Es una ley que obliga a todos los territorios, que constituye un derecho que se recoge en la cartera básica de prestaciones sanitarias.

Y es una ley garantista, quizás en exceso para el gusto de quien escribe. 

Fija unos mecanismos de acceso a ella y de control sobre la práctica que “tutelan”, a través de profesionales, todo el proceso que lleva como final al fin de la vida del/la paciente. 

Y exige unos requisitos perfectamente cuidados por el legislador para poder solicitarla.

  • Nacionalidad española, residencia legal o padrón de 12 meses.
  • Haber recibido alternativas de tratamiento por escrito de manera previa.
  • Haber solicitado dos veces en un periodo de 15 días la aplicación de la eutanasia.
  • Sufrir un padecimiento grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante certificados por el médico responsable.

Además, garantiza las opciones de los/as profesionales sanitarios/as directamente en la objeción de conciencia, mediante un registro previo que deben custodiar las comunidades autónomas.

Es importante aclarar, en este punto, que las/os profesionales del trabajo social no estarían incluidas en la objeción por no ser parte del equipo directamente implicado, al menos así lo recoge y se reconoce en la norma. Quizás podríamos discutirlo.

El dictamen final de que la persona cumple los requisitos establecidos en la norma lo firma la denominada “Comisión de garantía y evaluación”. Este órgano, fundamental en esta ley, es quien vela por que todos los requisitos y pasos previos se hayan dado de forma correcta y quien emite el informe final que aprueba o deniega la prestación. En dicha comisión el papel del trabajo social se hace fundamental y es así, no solo por la argumentación previa, sino porque somos un eslabón imprescindible en la atención sanitaria de los/as pacientes-

Dichas comisiones tienen una composición obligatoria que formarán juristas, profesionales de la medicina y de la enfermería, pero se cataloga como multidisciplinar y solo establece un número mínimo de componentes. Es decir, el trabajo social sanitario puede formar parte de estas comisiones y así debería ser en cada comunidad autónoma, el papel de su reivindicación es nuestro.

Desde el embrión de esta ley, la cual nació con un carácter puramente médico y jurídico se han ido logrando pasos para que el lenguaje recogido en los 13 folios que conforman la norma final dejará claro que los equipos no son sanitarios, sino asistenciales y es aquí donde se incluye al trabajo social. Se establece que las personas que conforman los equipos asistenciales deben estar informadas de las solicitudes de eutanasia por el/la médico responsable que recibe la petición.

Pero además de todo lo anterior hay otra parte que se hace fundamental, uno de los ejes de la ley y que en muchos casos pasa por las manos de las/os trabajadoras/es sociales del ámbito sanitario. El testamento vital o documento de instrucciones previas.

Este documento, recogido en la ley 41/2002 de 14 de noviembre básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica en su artículo 11, a día de hoy y en la mayor parte de las comunidades autónomas forma parte de uno de los trámites sobre los que informa, asesora y registran las profesionales del trabajo social de centros de salud y hospitales.

En 13 folios de LORE se nombra el documento de instrucciones previas 9 veces. Es decir, se hace clave para garantizar que los derechos de la persona, si en el momento de verse en una situación de las anteriormente descritas como requisitos, se encuentra inconsciente o incapacitada y se cumplan si ha dejado escrito que quiere que se le aplique la eutanasia.

Como vemos, en este pequeño resumen de la norma y de nuestras posibilidades dentro de ella, se abre un nuevo derecho ciudadano que nos compete, que nos afecta y en el que tenemos mucho que decir, aportar, criticar y sistematizar.

Se convierte esta ley en un momento único para nuestra profesión, que podría convertirse en referente mundial sobre la concepción de la persona durante el proceso final de la vida y como comunidad debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda.

Madrid, 18 de mayo de 2021

Lorena Gallardo Peralta
Facultad de Trabajo Social, Universidad Complutense de Madrid

Esteban Sánchez Moreno
Facultad de Trabajo Social, Universidad Complutense de Madrid

En este libro Lorena Gallardo y Esteban Sánchez nos presentan un recorrido transparente y crítico sobre la profesión. 

Nos enseñan, el papel que las trabajadoras sociales tienen cómo agentes fundamentales del conocimiento de la exclusión social, el impacto de las desigualdades de género, la edad, la diversidad o la interseccionalidad, destacando esta labor, como una de las principales características de la profesión. 

Nos hacen comprender, de una manera sencilla, la importante función que jugó el Estado de Bienestar en Europa para el desarrollo del trabajo social y la salvaguarda de derechos. Esto dio lugar a los sistemas de protección y pilares del bienestar, como son la salud, educación, o el sistema de pensiones. Se hacen eco y llaman a la reflexión acerca del debate existente sobre el cuarto pilar, lo que han dado en llamar “el pilar de los cuidados”.

Definen, como el paso más decidido hacia este pilar, la creación de la Ley de Dependencia, dónde las trabajadoras sociales tienen un papel fundamental en su creación y son sustentadoras de todo el recorrido hacia el reconocimiento de grado y asignación del recurso, insistiendo en el protagonismo de las trabajadoras sociales para la consolidación y desarrollo de este cuarto pilar del estado de bienestar. 

ENTREVISTA 

1. Cómo surgió la idea de este libro y el proyecto de vuestra colaboración.

La editorial “La Catarata” tiene una colección que aborda diferentes profesiones y disciplinas. El título de todos los libros comienza con “¿Para qué servimos los…?” La editorial nos contactó para poner en marcha el proyecto. Todo fue muy fácil, porque desde un primer momento llegamos a acuerdos básicos. Por ejemplo, que el título del libro se redactará en femenino, es decir, “¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?” en lugar de “¿Para qué servimos los trabajadores sociales?” Desde nuestra perspectiva eso era fundamental, porque sin el reconocimiento de que se trata de una profesión en la que las mujeres son un elemento clave cuantitativa y cualitativamente, desde sus orígenes, era imposible comprender este libro. Esto implicaba un gran reto, primero porque es el primer título de la colección que toma esa decisión. Segundo, porque, aunque el libro – y quienes lo hemos escrito – tiene una perspectiva feminista, no es un libro sobre feminismo. Y tercero, porque no queríamos que el debate sobre el título pudiera contaminar los debates que planteamos en los capítulos que forman la obra. 

2. ¿Está reconocido el papel de las trabajadoras sociales como agentes del conocimiento?

No lo creemos. Más bien al contrario, consideramos que ese es uno de los retos que tiene que abordar la disciplina. Y lo tiene que hacer de manera urgente y decidida. Para ello hay que dar pasos en diferentes ámbitos. En primer lugar, la consolidación de la disciplina en las universidades es clave. No nos referimos a consolidar el grado, “la carrera”, porque consideramos que eso ya se ha conseguido. El acento ha de ponerse en el posgrado, y especialmente en el doctorado. Es imprescindible que las facultades de Trabajo Social apuesten decididamente por el doctorado y la investigación porque, de otra manera, no será posible avanzar en la consolidación de la disciplina como agente de conocimiento. 

En segundo lugar, en muchas ocasiones el conocimiento que se genera en el ejercicio profesional, que es mucho y se produce en el contacto directo con la realidad, no trasciende y queda “contenido” dentro del día a día de las trabajadoras sociales y de los trabajadores sociales. Esto, el hecho de que ese vasto conocimiento no se reconozca, está directamente relacionado con la necesidad de desarrollar la investigación en el ámbito académico y en el ámbito profesional. Todas las disciplinas utilizan la colaboración entre la investigación y la profesión para avanzar y mejorar la práctica. En el caso del Trabajo Social, es preciso profundizar en la colaboración e interrelación entre investigación y profesión para mejorar los procesos de intervención y acompañamiento psicosociales, por ejemplo.

En tercer lugar, y con mucha frecuencia, el conocimiento que se genera en la práctica del trabajo social no es recogido en los medios de comunicación adecuadamente. La realidad social es extremadamente compleja, y más aún lo es cuando nos ocupamos de la desigualdad y la exclusión. El contenido y el formato de los medios no siempre permite abordar adecuadamente esta complejidad, de manera que las trabajadoras y los trabajadores sociales encuentran difícil incorporar su discurso a la idea que la ciudadanía tiene de su labor. 

Por último, otras profesiones y disciplinas son reconocidas de manera más directa como agentes de formación de conocimiento en los temas en los que se desarrolla el trabajo social. De nuevo, aquí es imprescindible un trabajo cooperativo entre academia (universidades), profesión (colegios), instituciones públicas y tercer sector para generar y mostrar, en alianza, el conocimiento específico generado en la relación que las trabajadoras y los trabajadores sociales establecen con la realidad. 

3. A lo largo del texto se detecta una constante llamada a la reflexión, consideráis que se piensa poco en “clave trabajo social”.

Consideramos necesario provocar. La reflexión es muy complicada en las sociedades contemporáneas, y lo es más aún en profesiones caracterizadas por la sobrecarga de trabajo y la sobrecarga emocional. Se trata de riesgos psicosociales que absorben la energía y pueden poner en cuarentena la reflexión. De manera que la respuesta es: “sí, se piensa poco en clave trabajo social”. Dicho esto, nuestra llamada constante a la reflexión tiene que ver con el convencimiento de que es preciso dirigir nuestra mirada a la profesión, a la disciplina, y analizar de manera crítica el papel que el trabajo social está jugando en la reducción de las desigualdades, en la mejora de las condiciones de vida, en el incremento del bienestar de las personas, en la reducción de la exclusión social. Y cuando decimos análisis crítico, incluimos la necesidad de una reflexión sobre los objetivos, las demandas, los recursos que se movilizan, las herramientas que se utilizan y el resultado de la propia acción. A veces se dice: “el objetivo del trabajo social es dejar de existir”. Esa conclusión no puede ser resultado sino de una falta de reflexión sobre los procesos sociales y sobre la propia naturaleza de la disciplina. En el libro lo decimos, y tenemos pleno convencimiento: el trabajo social no está aquí para combatir la desigualdad, sino para contribuir a crear sociedades que cuiden y protejan. Para terminar con las prácticas e instituciones que generan relaciones y situaciones de opresión. Y esa es una tarea interminable.

4. El último epígrafe del libro “¿para qué deben servir las trabajadoras sociales?, por qué ese nombre y no “para qué sirven”.

Queríamos provocar, queríamos hacer un planteamiento crítico. No basta con proclamar para qué sirve el trabajo social, no basta con defender la necesidad del trabajo social, no basta con mostrar que las trabajadoras sociales son parte fundamental de las instituciones del bienestar. Además de todo ello, es preciso buscar miradas, formas, herramientas, procedimientos y estrategias que permitan incrementar la utilidad de la disciplina y la profesión en las sociedades contemporáneas. El debate sobre la necesidad del trabajo social es relevante y necesario. Pero consideramos que si no se plantea un debate crítico – autocrítico – difícilmente se podrán identificar ámbitos y procesos en los que el Trabajo Social puede aportar una perspectiva específica, diferenciada y a la vez complementaria con respecto a otras perspectivas. Y ese debate es un debate sobre lo que debería ser – no sobre lo que es – una disciplina, una profesión.

Un ejemplo. El acceso al bienestar colectivamente generado es cada vez más difícil para un número creciente de grupos en nuestras sociedades, de manera que la incertidumbre y el riesgo son características de la vida cotidiana de cada vez más y más personas. Dicho de otra forma, las desigualdades han resurgido, sin duda, como una de las principales amenazas de nuestras sociedades y de nuestras democracias. Son utilizadas para alimentar un discurso atravesado por el populismo, el extremismo, el rechazo a la diversidad y la afirmación de la política como un medio para establecer una diferencia aprovechada entre la ciudadanía legítima y la ciudadanía ilegítima. Además, se da la paradoja de que las personas que sufren y padecen esas desigualdades se cuentan entre las más susceptibles a incorporar este tipo de discursos. En España lo estamos viendo, asistimos al avance de un partido con planteamientos ideológicos difícilmente compatibles con los principios democráticos de gobierno y convivencia. ¿Qué puede hacer el Trabajo Social en la sociedad contemporánea? ¿Para qué debería servir el Trabajo Social en un contexto como este, plagado de incertidumbres y crecientemente dominado por un discurso que pretender acabar con esas incertidumbres sin comprenderlas? 

Es solo un ejemplo de lo que queremos plantear con ese último epígrafe. Queríamos que fuera una llamada al debate, a la crítica y a la autocrítica social.

5. ¿Creéis que este libro ayudará a que la sociedad nos conozca o ayudará más aún a que desde dentro de la profesión nos conozcamos? 

El objetivo que teníamos cuando escribíamos el libro era que la profesión fuera más conocida por la ciudadanía, sin duda. De hecho, tenemos el convencimiento de que la imagen que la sociedad en general, la ciudadanía de a pie, tiene del trabajo social está con demasiada frecuencia construida a base de lugares comunes, estereotipos y malentendidos. Cualquiera que conozca a una trabajadora social sabrá que está dispuesta a aclarar esos malentendidos en cualquier momento y en cualquier lugar, a cualquier persona que quiera escuchar. Y, a pesar de todo, creo que hay un acuerdo generalizado en torno al desconocimiento que se tiene de la profesión entre la ciudadanía. Con esto queremos decir que la visión que a menudo se tiene de lo que hacen las trabajadoras y los trabajadores sociales es borrosa, traslúcida, pero prácticamente todo el mundo sabe (o cree saber) a qué se dedica la psicología, o la medicina, o la enfermería, o el derecho, o la economía. Por ello, teníamos un interés especial en mostrar los ámbitos de trabajo de las trabajadoras sociales, qué hacen en los servicios sociales, cómo contribuyen a mejorar las condiciones de vida de las personas dependientes, o de las mujeres que son víctimas de violencia machista, por poner algunos ejemplos. 

Sin embargo, hemos comprobado que el libro ha sido recibido por la profesión como un estímulo al debate “interno”, como una contribución a la discusión en torno a los elementos que constituyen el quehacer profesional de las trabajadoras y los trabajadores sociales, como una pequeña provocación al diálogo para seguir avanzando en el desarrollo de la disciplina. Nos han escrito trabajadoras sociales para transmitirnos que el libro puede ser una contribución en ese sentido. Gracias a la edición digital, esto incluye a colegas latinoamericanas, lo que nos hace sentir mucha alegría y responsabilidad por el impacto de nuestro trabajo. De hecho, el libro ha recibido ya dos reseñas en dos revistas especializadas, en Trabajo Social Hoy, del Colegio de Madrid, y en Itinerarios de Trabajo Social, de la Universitat de Barcelona). En ambas reseñas se señala que en el libro se plantean temas de interés para la profesión, para la disciplina y para las trabajadoras y los trabajadores sociales. Es evidente que no queremos generar acuerdos o consensos con nuestros planteamientos. Más bien al contrario, lo que pretendíamos era provocar. Provocar sin más. Porque, como decíamos antes, la reflexión y la reflexión colectiva (es decir, la discusión) son necesidades vitales para que la disciplina avance y profundice en prácticas antiopresivas tan necesarias en los tiempos que corren.

Muchas gracias por la entrevista y por el interés en nuestro libro.

Almería, 11 de mayo de 2021

Belén Navarro Llobregat
Trabajadora Social
Directora del Centro de Servicios Sociales Comunitarios “Alpujarra” de la Diputación de Almería
Bloguera: trabajosocialytal.com

Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto:
–La uva– le susurró –está hecha de vino–
Marcela Pérez Silva me lo contó y yo pensé:
Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos
las palabras que cuentan lo que somos
Eduardo Galeano
El libro de los abrazos (1989)

Las más jóvenes no lo habrán vivido, pero quienes como yo peinan canas, recordarán la nefasta enseñanza musical del colegio. Quienes teníamos la suerte de gozar de un buen oído musical, éramos elegidas para el coro o para la actuación de fin de curso. En cambio quienes tenían un oído, digamos, menos afortunado eran relegadas al ostracismo musical o, en el mejor de los casos, a ejecutar un perfecto playback. La verdad es que mover la boca mientras tus compañeras y compañeros cantan a pleno pulmón es aún más cruel que apartarte del coro. También estaban los docentes que pedían al grupo desafinador que cantasen más bajito, una solución menos cruel que la eugenesia musical del playback o la orden de alejamiento. Ignoraba ese profesorado cerril que el oído musical, como tantas otras cosas, puede ser educado y que una de las maneras es precisamente cantando. A día de hoy vagan por España hombres y mujeres de mediana edad que, víctimas del trauma, no se atreven a cantar ni en la ducha. Solo el gin tonic es capaz de obrar el milagro en el karaoke con resultados funestos para el público.

Con la escritura pasa algo parecido. Cuando pensamos en escribir se nos viene a la cabeza Almudena Grandes, Mario Vargas Llosa o Ana María Matute y, conscientes de que no podremos alcanzar tal excelencia, guardamos la libreta en un cajón o apagamos el ordenador y las ideas que atesoramos jamás verán la luz. Sin embargo, si preguntáramos a cualquiera de estas grandes plumas, nos dirían que sus primeros escritos eran horrorosos y nos explicarían que la escritura tiene mucho de gimnasia, de músculo, de ensayo y error. En definitiva, práctica. Ninguna persona nace escritora del mismo modo que todas las personas que se dedican a la música tampoco nacen siendo Mozart. Ni siquiera ocurre en el deporte, donde por cada Roger Federer hay muchos más Rafa Nadales que han tenido que machacarse y machacarse para mejorar su servicio mediocre.

Lo más importante de todo es que se puede jugar al tenis sin ser Rafa Nadal y se puede escribir sin ser Almudena Grandes. Pienso que las trabajadoras sociales deberíamos escribir en masa. Contamos con pensadoras e investigadoras que han hecho grandes aportes a la profesión, pero no es suficiente. Esta profesión tiene el derecho de escribir y la obligación de hacerlo. Nos sobran los motivos. Propongo tres. Este artículo es un alegato a favor de la escritura. Así, sin más. Por una escritura introspectiva, o rebelde, o serena, funcional, creativa o militante, como es mi caso. Decía Gabriel Celaya: 

“Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.”

Cantos Íberos (1955) 

La escritura puede ser el arma contra el futuro distópico que casi es presente. El mundo postcapitalista que estamos viviendo tiene visos de convertirse en una especie de planeta diseñado por Aldous Huxley. Ignoro si quienes rigen nuestros destinos son los gobiernos, el club Bildeberg o la pasividad de una población cada vez más desinformada, cada vez más desconectada de lo colectivo y más encerrada en sus infiernos personales, el caso es que la cosa no pinta bien, y ese es el primer motivo para escribir que comparto en estas líneas.

1. El diluvio que viene

El ejercicio público, en general, cada vez es más defensivo y menos proactivo. Más centrado en los medios y menos en la misión. Más preocupado por el formalismo que por el bienestar, en palabras de Philip Alston (2019) La COVID 19 y el auge de la administración electrónica han puesto la puntilla. Las modernas leyes que otorgan derechos a los otrora administrados/as hoy ciudadanos/as son papel mojado. Menguan y se recortan tanto los derechos de las personas como su capacidad de respuesta ante los abusos institucionales. Poner una reclamación, conocer el estado de una solicitud o hablar personalmente con alguien es cada vez más difícil. Intrincados procedimientos electrónicos, carteles tipo deténgase en las puertas o presencia de vigilantes cumpliendo el encargo de filtrar la entrada son ejemplos de lo que denomino bunkerización, que da lugar a una vergonzosa indefensión de la ciudadanía frente a la máquina burocrática. El trabajo social, según muchos autores, no ha escapado a esa deriva neoliberal. Por no hablar del odioso mandato institucional de certificar pobreza y gestionar prestaciones míseras, un encargo que va fagocitando la esencia de la profesión, lenta, pero inexorablemente. Apunta Parajuá (2017, p. 305):

“Hay que tener en cuenta que el Trabajo Social moderno ha desarrollado buena parte de sus códigos de verosimilitud en base a un movimiento de despersonalización, distancia y extrañamiento respecto a los sujetos intervenidos”.

Sea para contraargumentar esta afirmación o detener esta dinámica perversa, la escritura es una herramienta imprescindible. También para imaginar otro mundo, altercapitalista e igualitario, puesto que el patriarcado es otra de esas lacras a la que la profesión debe contribuir a erradicar. Desde dentro. El patriarcado en trabajo social es el elefante en la habitación. Uno más en la profesión.

2. Los hombres nos explican cosas

Si no ha quedado claro hasta ahora,
me encanta cuando la gente me explica cosas de las que saben
y yo estoy interesada, pero aún no sé;
es cuando ellos me explican cosas que sé y ellos no
cuando la conversación se tuerce
Rebecca Solnit
Los hombres me explican cosas (2016)

Decir que el trabajo social es una profesión feminizada es una verdad obvia. Decir que el trabajo social también sufre los efectos del patriarcado es una verdad incómoda. Yo misma lo he padecido en mis carnes en forma de mansplaining*, por parte de hombres procedentes de la academia en diferentes redes sociales, sobre todo twitter. Jamás me ha ocurrido con ninguna profesora universitaria. Siempre con hombres. Afortunadamente no todos los académicos pecan de machoexplicación. Se podrá argumentar que twitter es para debatir y que quizá es que yo tenga la piel muy fina. El asunto reside en los términos en que se produce ese debate. También pudiera ser que esté generalizando sobre un problema que solo me ocurre a mí, sin embargo la propia Rebecca Solnit cuenta en su libro que en EE.UU., a raíz de su publicación, se abrió una página web llamada Los hombres académicos me explican cosas y que los testimonios que allí se volcaron fueron miles. En España en general y en la profesión en particular pasaría algo similar si se abriese una página web parecida. Estoy muy segura porque esta conversación la he mantenido con muchas compañeras que han vivido lo mismo que yo.


*Según el diccionario de Oxford, la palabra mansplain es un término informal que significa (dicho de un hombre) ‘explicar (algo) a alguien, normalmente una mujer, de forma condescendiente’ «machoexplicación», alternativa a «mansplaining» | Fundéu. (n.d.). Recuperado el 11 de abril de 2021, de https://www.fundeu.es/recomendacion/condescendencia-machista-alternativa-a-mansplaining/


¿Qué cosas pueden explicarnos los hombres de la academia sobre las que saben menos que nosotras? Muy sencillo: Intervención social. Nadie sabe más sobre intervención social que las propias profesionales. No apoyaré esta afirmación sobre ninguna cita. Estos hombres son, no me cabe duda, eruditos en política social, modelos de bienestar social o servicios sociales, pero la inmensa mayoría no sabe nada sobre intervención social. Sin embargo, se permiten despachar nuestras reclamaciones sobre la deriva del sistema de servicios sociales o las negativas a hacer esto o lo otro con un argumento tan patriarcal como nuestra tendencia a la queja, acusación que por sí sola daría para un artículo. Por eso es nuestra obligación escribir para rebatir y explicar, porque somos nosotras quienes estamos padeciendo los efectos de las desastrosas políticas sociales sobre la relación de ayuda, en una preocupante deriva desde el acompañamiento al control. Como explicaré más adelante, no son ellos los únicos autorizados a describir la realidad del trabajo social o los servicios sociales. En palabras de Silvia Navarro Pedreño, no hay un saber menor, solo saberes diferentes (2017, p.154)

3. Escribir para pervivir

Somos responsables de preservar ese bagaje de historias
gracias a las cuales crecemos y creamos.
Irene Vallejo
Manifiesto por la lectura (2020)

Sé de muchas trabajadoras sociales anónimas que hacen su trabajo con pasión, rigurosidad científica y ética con mayúsculas. Mujeres que atesoran saberes de incalculable valor. Hacedoras de aquellas pequeñas cosas grandes para muchas familias. Esas compañeras a las que llamas por teléfono para preguntarles sobre un caso que te angustia. Mujeres harto conocidas por el corrillo profesional que, sin la más mínima intención, se convierten en referentes. Profesionales cuyas intervenciones épicas son rememoradas después de su jubilación ¡Se levantó en la reunión y le dijo las verdades del barquero al delegado! ¡Se negó a participar en aquella indignidad! ¡Consiguió que se reabriera ese centro o evitar aquel cierre! Cosas pequeñas que hacen del mundo un sitio grande. Son esas mujeres que dejan un vacío infinito en la profesión cuando se marchan.

Esas mujeres no suelen dejar por escrito aquellas supuestas pequeñas cosas que han logrado. Se llevan el conocimiento consigo y eso da qué pensar. Quizá porque esta profesión es femenina y feminizada. En su interesantísimo artículo El devenir del trabajo social en clave de género Ainhoa Berasaluce Correa nos cuenta, sobre los colegios profesionales:

“en el mantenimiento de esta estructura un elemento clave ha sido el hecho de estar integrada mayoritariamente por mujeres, ya que la actividad de los Colegios Profesionales se ha caracterizado más por satisfacer las necesidades de autoayuda del propio colectivo (Peña y Aranguren, 2008), necesidades éstas atribuidas fundamentalmente a las mujeres, que por cuestiones vinculadas con la presencia pública, de mayor interés para los hombres. Muchas veces he pensado que se trata de una forma característica de relacionarse entre mujeres, en la que prima el grupo sobre la persona y en la que se da mucha importancia a los vínculos afectivos y a las relaciones interpersonales” (p. 135)

Es llamativo el paralelismo que muchas profesionales realizan entre el trabajo social y la costura, un acto femenino y a la vez colectivo por excelencia, en el que las mujeres entre retales, jaboncillos y bobinas de hilo cosen mientras comparten preocupaciones, alegrías, confidencias y dolores. Una actividad, la costura, en la que el apoyo mutuo cobra todo su sentido y potencial. En cambio la escritura es una actividad solitaria que requiere de tiempo y espacio, como ya describió Virginia Woolf en su famosa novela Una habitación propia, que ilustra mejor que yo misma lo que pretendo compartir en este artículo.

Según Chimamanda Ngozi Adichie es imposible hablar de relato único sin hablar de poder (2018, p.18). Quien maneja el relato tiene el control sobre la realidad. Quienes aplican las prácticas narrativas parten de historias saturadas de problemas que son deconstruidas con el protagonismo de la persona para reconstruir historias alternativas. Frente al relato impuesto de la queja y la pasividad, podemos tejer, juntas, una trama de posibilidades. Porque las historias, como también dice Chimamanda, importan. Muchas historias importan. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar (p.28). Sé que el tiempo es escaso. Que se ha de buscar un hueco que no existe. Que es difícil ponerse. Sé bien que los conocimientos que se requieren hay que aprenderlos. Y sé que las revistas científicas no lo ponen nada fácil si se intenta escribir un paper. De hecho pareciese que más de un revisor o revisora disfruta machacando el texto que tiene entre manos. Jamás entenderé la hipocresía de cierto sector de la academia al animar a las profesionales a que escriban y paralelamente corregir con innecesaria saña, cosa por otra parte bastante fácil tras el anonimato de las revisiones. Mientras tanto, el trabajo social y la propia sociedad siguen ávidos de saberes subalternos, de muchas pequeñas historias que, minúsculas pero tercas, se obstinan en llevar la contraria a la realidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Adichie, C. N. (2018). El peligro de la historia única.

Alston, P. (ONU). (2020). Informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos. In Asamblea General de las Naciones Unidas. https://doi.org/10.18268/bsgm1908v4n1x1

Berasaluze Correa, A. (1986). El devenir del trabajo social en clave de género. Zerbitzuan: Gizarte Zerbitzuetarako Aldizkaria = Revista de Servicios Sociales, ISSN 1134-7147, No. 46, 2009, Págs. 133-140, 46, 133–140. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3119461

Galeano, E. (1993). El libro de los abrazos. Editorial siglo XXI.

Navarro, S. (2017). Saber femenino, vida y acción social. Editorial CCS.

Parajuá, D. (2017). El dominio narrativo. Notas para un análisis crítico de la codificación institucional de los pobres. Cuadernos de Trabajo Social, 30(2), 301–313.

Solnit, R. (2015). Los hombres me explican cosas. Capitán Swing.Vallejo, I. (2020). Manifiesto por la lectura (F. de gremios de editores de España (Ed.).

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