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Huelva, 27 de abril de 2021

Alba López Pozo.
Trabajadora Social.
Máster Universitario en Estudios de Género, Identidad y Ciudadanía

Hoy en día, todo el mundo habla sobre la perspectiva de género, desde personas físicas, entidades hasta Administraciones Públicas. Sin embargo, realmente muy pocas personas conocen lo que se esconde detrás cuándo se habla de ‘perspectiva de género’. En muchos documentos se denomina también transversalidad de género o mainstreaming de género.

La perspectiva de género ‘se refiere a la metodología y los mecanismos que permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres, que se pretende justificar con base en las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad de género’ (Gobierno de México, 2021). Por lo que la perspectiva de género pretende reducir la desigualdad construida culturalmente.

La transversalidad de género surge en el año 1985 en la III Conferencia Mundial sobre las Mujeres (Naciones Unidas, 1985). La transversalidad de género surge como equidad entre hombres y mujeres a través de las políticas específicas de igualdad. Estas políticas recogen medidas de acción positivas dirigidas a las mujeres que son incorporadas en todas las etapas de la actividad política: diagnóstico; planificación; ejecución y evaluación.

Sin embargo, la perspectiva de género no solo se enmarca a nivel político, sino que es una ‘visión’ de la realidad diaria. Una metáfora muy utilizada para explicar estas intervenciones es la llamada ‘gafas violetas’. ‘Las gafas violetas’  es como decir ‘mira desde otro punto de vista, mira desde mi punto de vista como mujer’. Esta herramienta pretende ser una mirada crítica que deconstruya de forma intrínseca el patriarcado construido desde hace siglos en el cual subordina a la mujer por parte del hombre debido a la cultura y tradición. 

El machismo está intrínseco en las estructuras de la sociedad desde hace muchos siglos a todos los niveles (local, autonómico, estatal e internacional) es por ello que se diseñaron normativas para comenzar a reducir las desigualdades de oportunidades entre hombres y mujeres; prevenir la violencia contra las mujeres, etc. 

Las normativas más destacables son las siguientes:

  • Constitución Española.
  • Instrumento de ratificación del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica, hecho en Estambul el 11 de mayo de 2011.
  • Instrumento de Ratificación por parte de España del Tratado de Ámsterdam por el que se modifican el Tratado de la Unión Europea, los Tratados Constitutivos de las Comunidades Europeas y determinados actos conexos, firmado en Ámsterdam el 2 de octubre de 1997.
  • Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
  • Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
  • Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito.

Excepto la Constitución Española, las demás normativas recogen medidas que promueven la discriminación positiva. 

En 2015, desde Naciones Unidas se estableció un acuerdo con 193 países con los objetivos que persiguen la igualdad entre las personas, proteger el planeta y asegurar la  prosperidad   como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Un nuevo contrato social global que no deje a nadie atrás. Estos objetivos se denominan los Objetivos del Desarrollo Sostenible y son 17 en total. 

Sin embargo, aun habiendo normativa que obliga a las distintas instituciones a todos los niveles a intervenir día a día incluyendo la perspectiva de género, la realidad es otra muy distinta.

Hoy en día sigue existiendo, entre otros aspectos, profesiones masculinizadas o feminizadas, el llamado ‘Techo de Cristal’,  urbanismo masculinizado, ocultamiento del papel de la mujer en la Historia, culpabilidad de las mujeres en el ámbito familiar, lenguaje excluyente, vergüenza propia en el contexto sexual por parte de las mujeres, etc… Cabe añadir, la inadecuada gestión emocional por parte de los hombres, exceso de responsabilidad económica varonil, falta de habilidades socio-comunicativas para expresar pensamientos y sentimientos por parte de los hombres, etc. En este artículo se realiza una breve reseña a algunos de los aspectos mencionados anteriormente:

  • Urbanismo masculinizado

Según Serafina Amoroso (2020), ‘las mujeres viven en ciudades que no han sido diseñadas para y por ellas’ (Revista Crítica Urbana, 2020). Esta autora hace referencia a los distintos patrones de movilidad y de la utilidad del transporte público diferenciado entre hombres y mujeres. Las mujeres, por su rol tradicional de cuidadora suelen realizar recorridos más complejos (el hombre suele ir de casa-trabajo-casa; en cambio la mujer suele realizar casa-trabajo-compra-colegio-dentista-etc) y prácticamente diurno, ya que debido a la poca iluminación (entre otros factores) las mujeres temen salir de noche por si pudiera ocurrir algún tipo de agresión. Cabe resaltar que en las grandes ciudades, principalmente, cada vez están más concienciadas, por lo que toman medidas, como, por ejemplo, que el autobús urbano permita acercar a las mujeres lo máximo posible a su domicilio.

  • Lenguaje excluyente

A través del lenguaje se expresa los pensamientos, costumbres y cultura de un grupo determinado. El lenguaje influye en la discriminación y en la desigualdad de forma natural que históricamente ha ocurrido, y sigue ocurriendo, entre hombres y mujeres.

Según la UNED ‘el sexismo lingüístico es el uso discriminatorio del lenguaje que se hace por razón de sexo. Tal y como considera la lingüista Eulalia Lledó “el lenguaje no es sexista en sí mismo, sí lo es su utilización. Si se utiliza correctamente también puede contribuir a la igualdad y a la visibilización de la mujer” (UNED, 2021).

Un ‘truco’ para afirmar que un texto es sexista es la denominada ‘regla de inversión’, es decir, consiste en convertir los términos masculinos por femeninos, y viceversa.

  • Inadecuada gestión emocional por parte de los hombres

La cultura y tradición machista ha influido en una represión emocional por parte de los hombres tanto en el ámbito público como el privado (‘los niños y los hombres no lloran’).

La Organización Mundial de la Salud define la salud emocional como ‘estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad’ (recogido por DKV, 2019). 

Es por ello, que a la hora de afrontar ciertas experiencias no tienen herramientas para gestionar las emociones que éstas les producen. La Universidad Autónoma de Barcelona recoge que la autogestión emocional es una de las competencias del autoliderazgo consciente, que nos permite ser los propios gestores de nuestro proyecto de vida. Entrenarnos para afrontar emociones desfavorables o negativas y estimularnos con emociones positivas son la clave para la construcción de nuestro bienestar’ (Universitat Autònoma de Barcelona, 2021).

  • Exceso de responsabilidad económica varonil

Como es conocido, la gran mayoría de las mujeres cobran menos que los hombres. Esto es debido principalmente a que las mujeres siguen siendo las cuidadoras principales del hogar. Hace unas décadas, las mujeres se incorporaron al mundo laboral y lo hacían como ‘entretenimiento o para pagar sus cosillas’. Los hombres eran quienes ‘traían’ el grueso económico a casa para pagar la hipoteca, ropa, comida, etc. De ahí la expresión conocida como ‘cabeza de familia’. Sin embargo, aunque actualmente las mujeres tienen más independencia económica, a nivel salarial siguen permaneciendo al mismo nivel desigualitario. 

Esto da lugar a que, actualmente, aunque mujer y hombre trabajan con la misma jornada laboral en el mismo puesto de trabajo, sigue siendo el hombre, por el mero hecho de serlo, el responsable de sustentar económicamente el hogar. 

Estos son solo algunos de los aspectos que se relacionaba con la ‘no perspectiva de género’ que al día de hoy se han ido reduciendo gracias a herramientas como los Planes de Igualdad. Un Plan de Igualdad es ‘un conjunto ordenado de medidas evaluables, dirigidas a remover los obstáculos que impiden o dificultan la igualdad efectiva de mujeres y hombres, y a eliminar la discriminación por razón de sexo en las empresas. El plan de igualdad se estructura tras la realización previa de un diagnóstico, negociado con la representación legal de las personas trabajadoras, y elaborado en la comisión negociadora de dicho plan de igualdad. Los planes de igualdad deberán fijar los objetivos de igualdad a alcanzar, las estrategias y prácticas a adoptar para su consecución. También deben incluir el establecimiento de sistemas eficaces de seguimiento y evaluación de los objetivos fijados’ (Unión Sindical Obrera, 2020)

Para concluir, la mayoría de las personas trabajan cada día con y por la perspectiva de género, en la igualdad entre hombres y mujeres, sin importar el tamaño del gesto, ni el ámbito de actuación (educación; sanitario; histórico, político, social, etc.) lo importante es que la perspectiva de género está en movimiento y que se está visibilizando a las mujeres que han sido borradas de la historias (como científicas; escritoras; etc.) así como promover espacios accesibles y seguros sin importar si es de día o de noche. 

Referencia

Huelva, 15 de diciembre de 2020

Dolores Ruiz Beltrán
Trabajadora Social. Alcaldesa de Villanueva de los Castillejos.
Presidenta de la Mancomunidad de Municipios Beturia. Presidenta de EDIA SLU

Ya desde muy niña escuchaba a mi madre decirme: “Ahí está mi Loli, la abogada de las causas injustas”. Con el tiempo y conforme fui creciendo me di cuenta que no solo quería defender las injusticias sociales sino transformarlas o, al menos, aportar mi granito de arena para provocar un cambio, por pequeño que fuese. Y ese sentimiento y pensamiento ha guiado todas las actuaciones y decisiones de mi vida.

Cursé los estudios de Diplomada Universitaria de Trabajo Social (1985-1988) por la Universidad de Sevilla, en la Escuela de Trabajo Social de Huelva ya que en aquel entonces nuestra provincia no contaba aún con una universidad propia. Me decidí por esa opción porque era lo que sentía, lo que me atraía y lo que me hacía feliz y era el único cauce que en ese momento encontraba para dar respuesta a esa personalidad comprometida con los demás que bullía con fuerza en mi interior. 

Durante los estudios aprendí y al mismo tiempo descubrí un fascinante e interminable campo de conocimientos y futuros campos de trabajo y desarrollo profesional que se abrían ante mí. Conocimientos y aprendizajes que nunca son del todo suficientes ya que al finalizarlos tuve que estar continuamente reciclándome y aprendiendo, porque el camino de los Servicios Sociales era aún incipiente siempre. Basta recordar que no teníamos ni una Ley que los regulase en Andalucía (se aprobó poco después).

Con todo ello, y con una fuerte convicción de “Servidora Pública” he desarrollado todo mi trabajo en los diferentes campos en los que he tenido la oportunidad de trabajar, centrada sobre todo en el ámbito comunitario y sanitario.

He tenido la suerte de trabajar en lo que me gusta, intentando en todo momento satisfacer la necesidad social del otro, desde un planteamiento metodológico y profesional. Por ello, he sido feliz y he vivido con una gran pasión todo lo relacionado con mi profesión.

En ese intento de trabajar por el avance de los derechos sociales entendiéndolos como “aquellos derechos que faciliten a las personas desarrollarse en autonomía, igualdad y libertad así como aquellos derechos que les permitan unas condiciones económicas y de acceso a los mínimos necesarios para una vida digna”, y en el constante compromiso por mejorar la situación de las personas más vulnerables y lograr como fin último el bienestar social de una comunidad, afrontando los problemas sociales, satisfaciendo necesidades y aprovechando las oportunidades sociales que se nos presente (metas, objetivos, ideas compartidas por los profesionales del Trabajo Social) y, ante todo, como defensora acérrima de nuestro Sistema Público de Servicios Sociales y de todos los que promueven y aseguran la protección y la igualdad (sanidad, educación, vivienda…) decidí dar un pequeño salto, como servidora pública, porque entendí que en mi faceta de trabajar por contribuir a lograr tantos objetivos necesitaba recursos, necesitaba cambiar desde arriba algunas planificaciones, necesitaba tener más “poder” para buscar, decidir y plantear soluciones. 

Por ello, me centré en mi entorno, en mi pueblo, en mi comarca y en mi provincia. Con el corazón en la mano, con todas mis fuerzas y mis conocimientos, experiencias y vivencias. Partiendo de un fuerte compromiso en la defensa de los derechos sociales y con una gran responsabilidad, aposté por presentarme a las elecciones municipales de mi pueblo, encabezando una lista política, con el anhelo de continuar trabajando por el cambio en la comunidad, para lograr unas políticas locales y/o comarcales inclusivas y conciliadoras teniendo por bandera la Igualdad y la lucha por la supervivencia de nuestros pueblos.

Como alcaldesa, el tiempo que llevo me lo he bebido de un sorbo; han sido cinco años vividos intensamente, sin un respiro, sin pausas, a veces sin prisa y otras a “todo gas”. Todo un trabajo fascinante e ilusionante dedicado a contribuir a mejorar el bienestar de mis vecinos y vecinas. 

He podido articular los presupuestos a las necesidades sociales, hemos trabajado para lograr una mayor calidad de las actividades con una gran participación, mejorando las infraestructuras, creando centros y espacios en diferentes áreas y sectores: Deportes, salud, mayores, mujer, juventud, infancia, discapacitados, etc. Hemos dado un impulso a las políticas activas de empleo en general y para las personas más vulnerable, y podría seguir reseñando numerosas actuaciones pero acabaré resumiendo: ha sido y es una experiencia intensa que volvería a repetir, un despertar con un proyecto a diario que cumplir, con muchas ilusiones, alegrías, sin sabores, con éxitos y algún que otro fracaso, pero siempre con la fuerza de querer transformar mi entorno y con ese compromiso de seguir mejorando y avanzando, con toda la humildad del mundo.

Además, desde un plano comarcal, a lo largo de estos últimos años he tenido ocasión de presidir la Mancomunidad de Municipios Beturia y a su vez la Empresa de Diversificación Integral del Andévalo (EDIA SLU) perteneciente a la misma y orientadas ambas al desarrollo rural y local en general y a la realización de proyectos y actividades en el ámbito social en particular. Concretamente, a través de esta última hemos desarrollando en el territorio una amplia tipología de actividades relacionadas con los Servicios Sociales, entre las que tengo que destacar la ejecución del Servicio de Ayuda a Domicilio de la Diputación de Huelva en 24 municipios de la provincia, llegando a contar para ello con más de mil auxiliares contratadas para el desarrollo de dicho servicio. Además de ese hito, desde EDIA se gestionan dos Centros de Días de Personas Mayores, o trabajamos en toda la provincia en el desarrollo de Talleres de Educación en Valores para menores. En definitiva, a través de estas entidades que presido, he tenido ocasión de poner en práctica mis conocimientos en la gestión pública de los servicios sociales desde una perspectiva más amplia que la meramente local.

Quiero resaltar también, además de todo lo dicho anteriormente que, como mujer, estoy segura de que impregnamos a nuestra labor una mirada diferente, que nos sirve para gestionar los Servicios Sociales con otros valores, estilos y estrategias de afrontar los problemas y plantear soluciones, con una manera de gestionar inclusiva, trabajando día a día para que la política social de mi entorno sea algo más que una mera partida en los presupuestos municipales, dejándome la piel, junto a todo el equipo de profesionales y políticos que trabajan conmigo,  basando nuestra acción de gobierno en este campo en la participación, el consenso y la siempre necesaria cooperación comunitaria.

Por último, me gustaría subrayar la mayor importancia que adquiere nuestra profesión en los momentos difíciles que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia COVID-19, y de las nefastas consecuencias no ya sanitarias, sino desde el plano económico y social. Es por ello que se hace necesaria una mayor visibilidad de nuestra profesión, y una apuesta más decidida desde todos los ámbitos por su universalización como uno de los verdaderos y básicos pilares del estado de bienestar.

Cádiz, 13 de octubre de 2020

ENTREVISTA A
Eva Tubío Martínez

Trabajadora Social de Servicios Sociales Comunitarios (Ayuntamiento de Cádiz).
Actualmente, Concejala del Ayuntamiento de Cádiz (Delegaciones de Vivienda, Salud y Servicios Comunes)

Desde hace aproximadamente 7 u 8 años estamos viendo que profesionales del Trabajo Social, implicados en los movimientos sociales o en organizaciones profesionales, dan un paso adelante en la vida política que se desarrolla especialmente a nivel local. Queremos conocer qué razones movilizaron a estos profesionales a tomar la iniciativa.

1. ¿Cuáles fueron tus motivaciones para ser Trabajador/a Social? ¿Cuánto tiempo hace que ejerces la profesión?

Siempre me habían preocupado las cuestiones sociales, las necesidades y la injusticia. Trabajo Social, entonces Asistencia Social, era una profesión con proyección de futuro por cuanto el contexto socio-político evolucionaba hacia los principios del Bienestar Social, la consecución de algunos derechos sociales y la conformación de un sistema. Por tanto, me gustaba la profesión, creía en ella y tenía salidas laborales. Ejerzo desde el año 1987.   

2. ¿En qué momento decides dar el paso a la participación política? ¿Por qué?

Aunque comencé a participar activamente en el 2014, siempre tuve esa inquietud, máxime a raíz del 15M que fue un revulsivo para la acción y la protesta ante la corrupción, la desigualdad y la política de recortes de derechos y servicios públicos que se aplicó durante la crisis. Esto se unió a mi propia experiencia personal y profesional. Entre 2012 y 2013 echaron a 24 compañeros/as de los servicios sociales de mi ayuntamiento y se aprobó la ley de racionalización y sostenibilidad de la administración local que ponía en jaque a los servicios sociales comunitarios e iniciaba así una etapa de desmantelamiento y reducción nunca vista anteriormente. Me dije que o salíamos a defender lo nuestro o no lo haría nadie por nosotros/as. A diferencia de la Sanidad o la Educación, Servicios Sociales, al menos en este país, es todavía un sector desconocido y con escasa influencia. Necesitamos voces para su defensa entre los/las profesionales y la ciudadanía.      

3. Desde tu experiencia como Trabajador/a Social y como política/o ¿qué crees que aporta nuestra profesión?

Aporta en cuanto que conocemos el origen de la desigualdad y los mecanismos de justicia que se necesitan para corregirlo. Hoy pocos se atreven a cuestionar la necesidad de los servicios sociales, pero no siempre es una prioridad y no siempre se desliga de lo asistencial y lo privado. Es importante que estemos para advertir y defender nuestro sistema público de servicios sociales y todo aquel que promueva la protección y la igualdad social ya sea desde la sanidad, la vivienda, la educación, el empleo o cualquier otro.    

Aportamos también en tanto que la mayoría somos mujeres y esto es una cualidad a destacar puesto que imprimimos otros valores, estilos y estrategias que son novedosas y valiosas en política, además de justas y necesarias. Me gusta pensar que reforzamos en cuestiones importantes como la participación y el trabajo comunitario        

4. Desde hace unos años estamos viendo que los profesionales del Trabajo Social se están implicando de forma más explícita en la dinámica de las organizaciones políticas. ¿Qué crees que ha motivado esta movilización del colectivo?

Nuestra profesión es eminentemente política: buscamos un cambio de modelo que asegure la protección y el bienestar de la gente, especialmente la más vulnerable, y que restablezca equilibrios de igualdad. Los Colegios o cualquier otra forma de asociación de profesionales son claves en esta apuesta y evidentemente hacen política. No es ningún defecto ni ningún insulto, es la realidad y unos la harán hacia un lado y otros hacia el contrario, pero todos la hacen. Igual ocurre con nosotros y nosotras, las profesionales. Por mucha herramienta que haya y por mucha objetividad que intentemos asegurar, hay un componente personal que te dicta si crees que la responsabilidad está más en el individuo o más en la sociedad y en función de eso actúas de una forma u otra. Por mucho que en la carrera nos formaran sobre esta cuestión, ni todas las personas lo interpretaran igual ni el profesorado universitario lo transmitió igual. No obstante, cada vez hay más compañeros/as que creen que nuestro bonito desempeño profesional se complementa a la perfección con salir fuera a cambiar, o a soñar cambiar, las bases de la desigualdad y la injusticia.               

5. Durante el estado de alarma hemos visto a personas expertas del ámbito sanitario, especialmente epidemiólogos/as, médicos/as, enfermeros/as, ¿por qué crees que no han aparecido en los paneles de expertos/as los profesionales del Trabajo Social?

Puede que tenga que ver con el sector de los servicios sociales que es un sistema relativamente más joven y con menos peso institucional que otros. También con nuestra profesión que sigue siendo desconocida, de ahí la importancia del trabajo que tenemos que hacer como colectividad profesional. Se cree que es cuestión de género y que al ser una profesión feminizada nos hemos organizado menos en este aspecto por temas de conciliación o de poca tradición participativa pero ahí están las enfermeras que también han tenido que luchar por encontrar su sitio. Hay que persistir, pero lo conseguiremos, seguro, así que vaya mi agradecimiento a todas y todos los colegas que dedican su tiempo y su formación para poner esta profesión en el lugar que se merece.

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