Madrid, 15 de junio de 2023
Rubén Yusta Tirado
Trabajador Social en la Unidad de Hematología y Oncología Pediátrica
Profesor Asociado del Grado en Trabajo Social en la Universidad Pontificia de Comillas
Desde hace algunos años, al hablar sobre Atención Centrada en la Persona (ACP) y “aterrizar” el tratamiento que muchas instituciones hacen de este enfoque, siempre había pensado que, sin tardar mucho, llegaría el momento en el que se hablaría de esta ACP en pasado o, cuanto menos, dando por hecho que se trataba de algo conseguido o de lo que se podía hablar en primera persona. Lejos de lo que hasta el momento podía parecer un comentario irónico tras el que se escondía cierta advertencia en el tratamiento que las instituciones estaban haciendo de estos modelos, la actualidad nos ha mostrado que el día de superar la ACP y dar paso a nuevos enfoques ya ha llegado.
Hace algunas semanas, cierta patronal de centros residenciales privados, la cual no nombraremos para no centrar el debate sobre ella, anunciaba una segunda fase de la Atención Centrada en la Persona que, como todo aspecto novedoso, iba más allá de lo que plantea este enfoque inicial. De acuerdo con esta institución, el nuevo horizonte hacia el que debemos dirigirnos se llama Modelo asistencial de Atención Centrada en la Conexión Emocional de la Persona (ACCEP), un enfoque que como su propio nombre indica, propone el acercamiento a las emociones de la persona para abordar aspectos como la soledad no deseada. En palabras de una de sus promotoras, además de suponer un segundo nivel de ACP, no trata tanto de preguntar a la persona si le gusta el puré o la sopa, sino más bien de abordar la soledad emocional, incluyendo aspectos “nuevos” dentro de este ámbito como el amor profesional, la construcción del proyecto vital o diferenciar entre soledad social y soledad emocional. Dejando a un lado la idoneidad de las medidas planteadas o su existencia, o no, dentro de los enfoques centrados a la persona, es necesario que hagamos una reflexión acerca de lo que supone este avance de la ACP a nivel general para el ámbito de la gerontología y, de forma concreta, en el ámbito residencial.
Lo primero en lo que debemos reparar es en el escenario en que nos encontramos. Actualmente, la mayor parte de los centros residenciales se encuentran ajustando sus modelos de cuidados al nuevo modelo residencial aprobado de forma ajustada por el Gobierno y por las Comunidades Autónomas y entre cuyas medidas más importantes encontramos la limitación del número de plazas totales de los centros, el aumento del ratio de personal, la flexibilidad de los horarios de los/as profesionales o la supresión de las contenciones físicas. Tal y como demostró la votación de este modelo, con diez votos a favor y nueve en contra, este plan cuyo enfoque fundamental se encuentra sustentado en la Atención Centrada en la Persona, nace con cierta controversia, ya que a estas posturas disconformes de las nueve Comunidades Autónomas que votaron en contra, también se suma el rechazo de patronales, que consideran que este modelo es inasumible e instan a la administración a preguntarse por la sostenibilidad de este sistema, y al de sindicatos y asociaciones de familiares, que creen que este acuerdo es insuficiente y opinan que se ha perdido una oportunidad importante de avanzar en este sentido (Garde, 2022).
Continuamos analizando este nuevo modelo y, aunque ya adelantamos que no disponemos de un amplio despliegue de principios y valores, esta institución sí que enumera alguno de los aspectos que se encuentran detrás de este enfoque. Entre los principios identificados encontramos la capacidad del modelo de generar que la persona se sienta única y merecedora de cuidado y respeto, la importancia de la implicación de la familia, más allá de la mera solicitud de información, o la construcción del proyecto vital de la persona cuando llega al entorno residencial. Si analizamos los principios del Decálogo de la Atención Centrada en la Persona (Martínez, 2013) o algunos documentos básicos en la construcción y el sustento de la ACP como suponen los de Bonafont (2020) o Martínez et al., (2014), se pueden extraer valores tales como la individualidad, la dignidad, la singularidad o la importancia de la biografía y del establecimiento del plan de atención y vida, curiosamente aspectos del todo significativos dentro del modelo de atención hacia el que, hasta el momento, todos/as nos dirigíamos y que como podemos comprobar coinciden con las novedades planteadas por este Modelo ACCEP.
Pero si existe algo que nos llama la atención de este nuevo enfoque es la creación del concepto amor profesional. Lejos de ser un desarrollo literal del concepto, de acuerdo con este modelo el amor profesional es un requisito indispensable que debe estar presente en toda aquella persona que se dedica a la atención y que consiste en hacer sentir a la otra persona como un ser único. Sin entrar a valorar si este aspecto ya se encontraba presente en otros modelos, tales como la ACP o la Terapia de Validación, resulta cuanto menos llamativo que uno de los principios fundamentales del enfoque apunte de forma directa a unos/as profesionales que, como afirman Méndez et al., (2011) y Martínez et al., (2014), se encuentran sometidos/as a unas condiciones estresantes, en las que existe una tensión física y emocional cuyo origen se encuentra en su puesto de trabajo, que acaba desembocando en la aparición de cambios en los ciclos del sueño, irritabilidad, cansancio, tristeza, abuso de sustancias o el amplio espacio de aspectos medidos a través de las escalas de medición de las situaciones de burnout. En este sentido también se echa en falta la mención hacia aspectos tales como el tiempo de dedicación profesional necesario para poner en marcha este amor profesional o cómo encajaría este desarrollo dentro de los ratios y condiciones generales de las personas que se dedican a este ámbito.
Y ya por último, puesto que tampoco disponemos de mucha más información de esta evolución de la ACP, también es interesante que, para tener un conocimiento general de este avance, analicemos el canal o el origen del mismo. Tal y como se ha comentado previamente, este enfoque es presentado a través de una agrupación de centros privados, los cuales gestionan en España alrededor del 70% del total de las plazas residenciales y alcanzando el 85% en Comunidades Autónomas como Málaga, Huelva, Barcelona, Sevilla o Comunidad de Madrid (Abellán et al., 2021). En este sentido, se entiende que los centros de titularidad privada manejan unos criterios de competitividad y de marketing que no son propios, o que por lo menos no son tan familiares para el ámbito de los Servicios Sociales, como ocurre con otros tipos de titularidad; en cambio, sería pertinente analizar si un nuevo enfoque o una evolución de un modelo aún en el horizonte de nuestra intervención es adecuado a la hora de abordar las necesidades que, por definición, presenta cualquier recurso de índole privada. Al hilo de esto, la institución afirma que se trata de un modelo teórico, no de un elemento comercial, aunque según apuntan ya se ha empezado a trabajar para incorporar este nuevo modelo a la formación de centros y profesionales en colaboración con los Laboratorios INDAS.
A modo de conclusión, entendemos que el ámbito de la gerontología cada vez está tomando más relevancia en nuestra sociedad, potenciado en gran medida por el incremento del número de personas mayores que estamos viviendo y que está previsto que continúe en los próximos años (Díaz et al., 2022). Este aspecto está generando que cada vez sean más las voces, instituciones y organizaciones que intervengan en este ámbito, intentando sentar las bases de un futuro en el que este grupo de personas llegará a suponer, si las previsiones en materia demográfica se mantienen, casi un tercio del total de la población española. En cambio, es del todo discutible si esta preparación o evolución necesaria del ámbito de la gerontología debe pasar por la “superación de fases” en modelos que, como estamos viendo en este momento, aún no hemos empezado a desarrollar, y muchos centros e instituciones están presentando dificultades a la hora de alinear las necesidades básicas del modelo de cuidados con las prestaciones disponibles dentro de la potencialidad de sus centros.
Entendemos el peso que actualmente tiene el sector privado en el ámbito residencial y no es difícil entender los aspectos particulares existentes dentro de este campo, pero la solución, o más bien la evolución, no pasa por la creación de nuevos modelos, técnicas o términos que compliquen aún más la realidad del sector, creando nuevas necesidades de formación o de implantación sin tener aún un manejo de todo lo que puede abordarse desde la ACP. La respuesta de este sector debería pasar por la asunción de la responsabilidad y la importancia por parte del ámbito privado, tal y como reflejan los datos actuales (Abellán et al., 2021), para dejar a un lado estrategias más propias del marketing, dando paso a un sistema centrado en la persona en el que verdaderamente se priorice el bienestar frente al llenado de plazas, la identificación de entornos y planes de vida frente a elementos técnicos alejados de las realidades de las personas usuarias o la apuesta por que todos los agentes implicados en los procesos gerontológicos, no solo las personas usuarias, se vean beneficiadas por este enfoque.
En muchos casos, hablar de evolución consiste en una tarea de selección de oportunidades y esfuerzos, de tal manera que puedan alcanzarse los máximos objetivos con los recursos disponibles. Es por ello que, con la realidad del sector al que nos estamos refiriendo, identificamos aspectos mucho más urgentes y necesarios de ser abordados como son la coordinación sociosanitaria, la atención de todos los agentes, tanto públicos como privados, las condiciones laborales de las personas que a diario sostienen en sistema gerontológico o el avance hacia un sistema en el que se priorice las necesidades del servicio frente a los requisitos preestablecidos que pueda llegar a marcar una normativa. Únicamente con esto es con lo que, verdaderamente, nos posibilitaría hablar de una nueva fase.
BIBLIOGRAFÍA
- Abellán, A., Aceituno, M. P., Ramiro, D., y Castillo, A. B. (2021). Estadísticas sobre residencias: distribución de centros y plazas residenciales por provincia. Datos de septiembre de 2020. Envejecimiento en RED. CSIC. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-estadisticasresidencias2020.pdf
- Bonafont, A. (2020). Guía Nº 5: Atención Centrada en la persona: Historia de Vida y Plan Personalizado de Atención y de Apoyo al Proyecto de Vida. Fundación Pilares.
- Garde, M. C. (30 de junio de 2022). ANEA pone en duda la viabilidad del nuevo modelo de residencias. Diario de Navarra. https://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/2022/06/30/anea-pone-duda-viabilidad-nuevo-modelo-residencias-533121-300.html
- Martínez, J. P., Méndez, I., Secanilla, E., Benavente, A., y García, J. (2014). Burnout en cuidadores profesionales y calidad de vida en residentes de centros institucionalizados. European Journal of Investigation in Health, 4(1), 41-53.
- Martínez, T. (2013). Decálogo. ACP Gerontología. http://www.acpgerontologia.com/acp/decalogodocs/sudecalogo.htm
- Martínez, T., Díaz-Veiga, P., Sancho, M., y Rodríguez, P. (2014). Conocer a la persona y apoyar su autodeterminación. El plan de Atención y Vida. Cuadernos Prácticos. Matia Fundazioa.
- Méndez, I., Secanilla, E., Martínez, J. P., y Navarro, J. (2011). Estudio comparativo de burnout en cuidadores profesionales de personas mayores institucionalizadas con demencias y otras enfermedades. European Journal of Investigation in Health, 1(2), 61-70.
- Pérez, J., Ramiro, D., Aceituno, P., Muñoz, C., Bueno, C., Sebastián, J., Fernández, I., Castillo, A. B., de las Obras-Loscertales, J., y Villuendas, B. (2022). Un perfil de las personas mayores en España 2022. Indicadores estadísticos básicos. Informes Envejecimiento en red. CSIC. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-indicadoresbasicos2022.pdf