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Málaga, 19 de enero de 2021

Patricia Manosalvas Asensio
Trabajadora Social del Programa ERACIS de PRODIVERSA, Progreso y Diversidad

Tomemos el concepto pobreza económica, facilitado por la Estrategia Nacional de Prevención y Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (2019- 2024) como punto de partida de nuestro artículo. Según esta Estrategia, la pobreza económica puede materializarse en la carencia de recursos económicos, lo que conduce a la persona a una situación de desigualdad y a una exposición e inclusión en una situación de exclusión social. Pero en esta misma estrategia, nos habla de otros focos del amplio concepto de pobreza alineando directamente dicho término con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, así como la Agenda del 2030 de las Naciones Unidas en la cual, en su artículo 1 ya señala: “Poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo”. Es decir, recuerdan a las personas que saben de las distintas formas de pobreza y descubren a las que no se han parado a analizar su entorno más inmediato, que existen tipologías de pobrezas más allá de la económica que pueden conducir a una persona y/o unidad familiar a una situación de exclusión social. 

Hablando de pobreza económica frente a pobreza energética, es evidente que el concepto de pobreza económica, seamos profesionales del sector social o no, es extensamente conocido por todas las personas. Pero, ¿qué ocurre, además, si queremos definir la relación entre pobreza energética y exclusión social? Cuando abordamos el término pobreza energética, aún existen profesionales dentro y fuera de nuestro sector profesional que desconocen la demarcación del propio término. De ahí que el primer paso de la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética 2019- 2024, elaborada por el Ministerio para la Transición Ecológica cumpliendo con lo establecido en el Real Decreto 15/2018 de 5 de octubre de medidas urgentes para la transición energética y la protección de los consumidores, fuese establecer, por primera vez, una definición de situación de pobreza energética y de consumidor considerado vulnerable. Estableciendo la pobreza energética como “la situación en la que se encuentra un hogar en el que no pueden ser satisfechas las necesidades básicas de suministros de energía, como consecuencia de un nivel de ingresos insuficiente y que, en su caso, puede verse agravada por disponer de una vivienda ineficiente en energía”. Por ende, en este primer término, se establece como necesidad esencial un suministro de energía para la cobertura de las necesidades básicas de la persona. Detalle que incluso cuando estudiamos las necesidades esenciales del ser humano y pensamos en una casa, en el derecho a una educación, a sanidad… no pensamos que necesitamos para la cobertura de dichas necesidades los suministros, haciendo que sean indispensables los mismos en la vida de las personas. 

¿Cómo suele manifestarse la pobreza energética en una unidad familiar?

Puede mostrarse por medio de diversos hechos, pero, básicamente, tomaremos los más comunes que suelen ser: retraso en el pago de facturas de suministros, gasto de suministros más elevado al nivel de ingresos de la unidad familiar, o en su defecto, tener un gasto excesivamente bajo. También puede darse por el hecho de no poder mantener una temperatura adecuada en el hogar por algunas de las siguientes causas: carencia de cierres adecuados, ausencias de sistemas adecuados de ventilación, refrigeración de la vivienda, etc. Es decir, confluyen una serie de factores, algunos indirectos, como los señalados en líneas anteriores que dependen directamente de la calidad de la vivienda, y otros directos, como la educación y hábitos de la familia en cuanto al uso de los suministros del hogar. De hecho, una de las causas de la pobreza energética en un hogar suele ser que la unidad familiar y/o la persona contratante desconoce la tarifa que tiene contratada. Otra de las características que suele darse en las unidades familiares que se encuentran en pobreza energética es que dependen de una tipología de ingreso de prestación o contrato temporal, por tanto, su nivel de ingresos en la unidad familiar es bajo. Además, suelen ser familias que viven en viviendas alquiladas en su mayoría, cuyos contratos de alquiler son verbales y llamémosles ‘fantasmales’ porque el contrato de arrendamiento es algo de lo que se llega a hablar, pero en raras ocasiones se llega a materializar, lo cual dificulta que muchas de estas personas tengan acceso a las ayudas de las administraciones, al igual que el acceso, simplemente visual, a sus recibos de suministros. 

Estos hechos no sólo ponen de manifiesto la pobreza energética, también han dado lugar al concepto de consumidor vulnerable, el cual es “la persona consumidora de energía que se encuentra en situación de pobreza energética pudiendo ser beneficiaria de las ayudas y medidas de apoyo establecidas por las administraciones”. Puede solicitar entre otras, bono eléctrico, bono térmico, rehabilitaciones, tarifas sociales, etc. Aunque nadie dijo que fuera fácil, claro.

¿Es importante considerar el acceso a la energía como un factor que pueda conducir a la persona a la pobreza? Después de lo expuesto, espero que nos planteemos un evidente ‘sí’ desde la profesión y desde otros muchos campos profesionales de intervención directa e indirecta con la población, que pueden hacer cambiar e invertir el rumbo en el ámbito de la pobreza y la exclusión social hacia un adecuado y real bienestar social para todas y todos. 

El acceso a la energía aplicada al ámbito doméstico es de vital importancia en varios aspectos: climatización de la vivienda, cocina para garantizar una alimentación adecuada, iluminación para la cobertura de otras necesidades básicas de la vida cotidiana de la persona, consumo de agua caliente para las necesidades higiénico sanitarias, etc. Todo está conectado y es dependiente. Si tenemos en cuenta que la persona tiene un acceso adecuado a la energía, al mismo tiempo que se garantiza dicho acceso, se estará dando cobertura a otras necesidades básicas como: salud, alimentación, higiene…

Pero incluso dentro de la pobreza energética, al igual que como ya sabemos ocurre fuera de ella, refiriéndonos al consumo de la misma, podemos encontrar desigualdades. Es curioso que, hasta en el modelo energético instalado en nuestro país existan desigualdades en el acceso a los servicios, una alta desigualdad entre mujeres y hombres, desigualdades entre ricos y pobres e incluso dentro de los pobres los haya aún más pobres. Pues bien, hablemos ahora de esas desigualdades energéticas que ya los Objetivos de Desarrollo Sostenible abordaron señalando que 1 de cada 7 personas, aunque parezca increíble a día de hoy, no tienen acceso a la electricidad, poniendo su foco en que la mayoría de esas personas pertenecen a zonas rurales.  

Un simple y sencillo gesto que a diario realizamos, como pulsar un interruptor al llegar a casa, por desgracia, miles de personas se lo piensan dos veces antes de hacerlo. Por si aún pueden aprovechar un poco más la luz del sol, por si con la simple claridad que emite la televisión les es suficiente para iluminar la estancia. En España entre unos 3,5 y unos 8,1 millones de personas se encuentra en situación de pobreza energética, según los datos facilitados para elaborar los resultados generales de la situación de pobreza energética en España que en 2017 fueron recogidos y finalmente procesados para la Estrategia Nacional de Prevención y Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (2019- 2024). A eso habría que añadirle los datos socioeconómicos de las personas que se han visto afectadas a causa de la situación sociosanitaria y económica del COVID-19. Si no llega a ser por el ‘odiado, no entendido, necesario, comprendido, etc’ estado de alarma, que estableció, temporalmente, la prohibición del corte de suministros durante dicho periodo del estado, muchas personas, se habrían visto empujadas al agónico paso de: “mañana cariño estamos sin luz/agua”. Aunque después del estado de alarma su momento agónico, por desgracia, haya continuado.  Es triste que hayamos tenido que esperar hasta el año 2017 para hablar públicamente y, en términos y medidas sociopolíticas, de otros ámbitos de pobreza, viendo en otros países en los cuales estamos colaborando in situ con proyectos de cooperación internacional para el desarrollo, esta tipología de carencias desde hace años con millones de euros en inversión. Pero que contradictorio ¿no? ¿Cómo era ese refrán que decía “En casa del herrero…”?

Es cierto que la persona no tiene por qué verse envuelta en una situación de vulnerabilidad energética constante, más bien, suelen ser situaciones temporales de mayor o menor persistencia en el tiempo según la gravedad de cada caso y la respuesta que podamos ofrecer según la idiosincrasia de cada situación social de la persona.  Pero si no comenzamos a trabajar desde una educación de la persona como medida preventiva, además de las medidas asistencialistas que ya se vienen llevando a cabo a fecha de hoy, que, aunque a veces nos pesen, son necesarias porque el problema hay que solucionarlo, nunca podremos convertir la piedra en escalón. Debemos además de trabajar con la educación, facilitar puntos de atención individuales a los ciudadanos, diagnósticos energéticos de las propias viviendas, etc. Es decir, las familias conocen de ayudas para pagar la luz o el agua, pero si miran su factura de luz, y no entienden las siglas PVPC (Precio Voluntario Para el Pequeño Consumidor), si están dentro de un Mercado libre o regulado con su comercializadora, tipos de tarifas, etc, no estamos haciendo que la ciudadanía sea libre para hacer un uso responsable y adecuado de sus propios recursos y, por tanto, de los recursos públicos que, finalmente, es una cuestión de todas y de todos. Enseñamos a las ciudadanas y ciudadanos a no tirar basura, a hacer un uso responsable de los equipamientos y recursos comunitarios, a que la educación es un derecho de todas y todos, pero, ¿cuánto menos conozcamos del mercado de la electricidad, menos libres seremos para reivindicar nuestros derechos a las comercializadoras? 

Ayer por la tarde, en una reunión de trabajo, entre muchas idas y venidas, alguien planteó una reflexión que me hizo pensar. Esa persona dijo: “Llevamos más de 20 años ayudando a las personas a encontrar trabajo, ¿por qué no creamos trabajo?”

Como trabajadora social llevo más de 12 años luchando contra la pobreza y la exclusión social, por tanto, trato de identificar cada uno de los factores que dan lugar a dichas situaciones en todas y cada una de las familias que atiendo a diario y hoy, debo entonar el mea culpa porque hasta que no he comenzado a formarme en este campo de pobreza energética sobre el cual estoy compartiendo mi opinión con vosotras y vosotros, no me había parado a pensar lo importante que puede llegar a ser para una familia o persona, el tener pleno acceso a los suministros básicos que dan garantía de cobertura a las necesidades básicas. Aunque tengo que decir que nunca es tarde si la dicha es buena y después de haber comenzado este camino de conocimiento, una nueva ‘relación’ ha surgido y os invito a que os unáis a este campo de conocimiento porque no hará más que ampliar más vuestra cartera de recursos y hacer más independientes a las personas que atendemos a diario, e incluso a nosotras mismas. No creáis, hasta yo he cambiado hábitos de mi día a día que realizaba de manera rutinaria y mal, como ventilar mi casa a primera hora del día en invierno sin tener en cuenta que las mejores horas son las horas centrales para aprovechar las altas temperaturas de esa jornada del día. He descubierto cosas de mi factura de la luz que desconocía por completo como que según pertenezcas como cliente al mercado libre o al mercado regulado según tu comercializadora estarás sujeta a unas u otras condiciones, que el cambio de comercializadora es totalmente gratuito… 

No pretendo con este escrito criticar y mucho menos ofender a nadie, simplemente que todas y todos nos paremos a pensar QUÉ estamos haciendo, hacia ADÓNDE vamos y si estamos enfocadas correctamente hacia los ODS, porque, personalmente, pienso que no, que, en ocasiones, estamos poniendo parches y EDUCAndo poco, usando tiritas y CREAndo algo pasajero olvidando DEJAR HUELLA EN LA PERSONA.

Bibliografía

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